A menudo asociamos el amor con recibir algo a cambio. Buscamos gratificación, reconocimiento y reciprocidad en nuestras relaciones. Sin embargo, hay una verdad profunda que a menudo pasamos por alto:

El amor verdadero es dar sin esperar nada a cambio.

Aceptemos esta poderosa premisa: el amor no se basa en condiciones o expectativas. Se trata de dar desde el corazón sin esperar nada más que la felicidad y el bienestar, mío y del otro conjuntamente.

Es un acto de generosidad desinteresada que trasciende el ego y se nutre de la pura intención de hacer el bien.

Cuando liberamos nuestras expectativas y nos abrimos a dar sin condiciones, experimentamos una transformación profunda.

Me ofrezco como soy. Doy lo que soy y recibiré lo que soy. Si soy amor recibiré amor. Si soy incertidumbre, eso recibiré.

Buscar que la otra persona compense emociones que yo no he sanado por mí misma sería entrar en un contrato emocional con el otro, y en todo contrato hay conflicto de intereses. Ya no hablamos de amor, de unión, hablamos de separación. Y en la separación suele haber lucha para defender algo.

Al aceptar que el amor es dar sin esperar nada a cambio nos liberamos de las cadenas del apego, las decepciones y las demandas emocionales.

El amor incondicional no significa renunciar a nuestras necesidades o descuidar nuestro bienestar. Es un recordatorio de que al dar sin expectativas, abrimos el camino para que el amor fluya en todas las direcciones.

Es un acto de amor hacia nosotros mismos y hacia los demás.

Así que abracemos esta hermosa verdad: el amor es dar sin esperar nada a cambio.

Si necesitas ayuda en este proceso de conocimiento interno aquí estoy para acompañarte y guiarte.